lunes, 23 de julio de 2012

Cuando Hopper abre una ventana...

Suele decirse que cuando se cierra una puerta, se abre una ventana.
Hoy me atrevo a acuñar el inicio de la frase de un modo distinto: cuando Hopper abre una ventana...(dejo que la terminéis vosotros/as).
Edward Hopper (1882-1967) fue uno de los pintores norteamericanos que definió, bajo mi punto de vista, el Arte Norteamericano. Y es que cuando ves Hopper, no sólo ves Nueva York, Cape Cod, Carolina del Sur...sino que sabes que estás saboreando la esencia yankee.
El Museo Thyssen-Bornemisza alberga hasta el 16 de septiembre una recopilación fantástica de las obras de este artista, quién mostró como nadie la sensación de soledad.
Ciertamente no se me ocurre otra estación del año mejor que el verano para hacer una exposición así: porque si cuando vas a ver Hopper encima es invierno y escuchas música pop, resulta inevitable que te invada cierto sentimiento suicida. No exagero.
Hopper me crea preguntas tales cómo ¿qué clase de pintor obsesionado con "las vistas" no era capaz de distinguir el día de la noche, el amanecer del atardecer? Pues sus lienzos se bañan en una luz tan extraña que una no sabe a ciencia cierta en qué hora se desarrolló la instantánea.
Miradas perdidas en el infinito, parejas incomunicadas a pesar de su proximidad, paisajes sin personas y personas que no importan más en la composición que una silla  o una cama...
Hopper pide ser visto como cualquier grande que supo decir algo más, con los ojos ávidos y el corazón lanzado a darse un vuelco.





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