lunes, 7 de febrero de 2011

Prado experience

El Museo del Prado es una de esas cosas básicas que se "deben" visitar al ir a Madrid.
Digo "deben" porque me da la impresión que nos hemos "americanizado" en el aspecto cultural: consumir museo simplemente por el hecho de poder contar a tu regreso que has ido, que lo has visto, que has hecho algo cultural...
Las visitas al Museo del Prado, igual que muchas de sus exposiciones, remiten últimamente a algo muy similar al fenómeno masa: montar exposiciones para el gran público, con temas o autores efectistas, que gusten, entretengan como...como el futbol (y ojo que a mi me gusta el futbol).
Ocio familiar y ligeramente impersonal con ese toque que permite presumir de haber consumido cultura...Seré snob o seré Historiadora del Arte, o ambas cosas, pero esto no es mi estilo.
Desde que vivo en Madrid aún no había vuelto a pisar el Prado, y casi había olvidado lo que significa ese santuario para mí, casi...lo recordé este domingo al ir a recorger a mi amiga N.
A pesar de que no lo había recorrido tras la reforma de Rafael Moneo, y andaba un poco perdida por las salas, el templo reveló su esencia como la primera vez y caí rendida, igual que antaño, a eso que me resulta tan "sagrado". Busqué mi tríptico fetiche, respiré muy profundó y aluciné de cómo había podido resistir tanto tiempo si eso. La oveja ha vuelto al redil, mansa y feliz. El Prado es sin duda, algo que no puede perderse al visitar Madrid.



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