sábado, 10 de septiembre de 2011

al Ventorrillo

Dícese que se cuenta, de una mujer que vendía violetas en Madrid.
No era Sara Montiel, pero fue tan verídica como la estatua que a ella se dedica en el Parque de las Vistillas, lugar perfecto para ver el atardecer de la capital.
A. prometió algo castizo y distinto, y A. cumple siempre. Así que allí estábamos, sentados en la Plaza de Gabriel Miró, frente a una fuente que es todo un enigma (recomiendo ir a verla, de ella Dan Brown sacaba una novela en un pispás), contemplando el sunset tranquilamente.
A un lado, la Catedral de la Almudena, que aunque es fea como ella sola, se vuelve de postal al encenderse las luces e irse el sol;  al otro lado, la Carretera de Extremadura y la Casa de Campo.
Esta zona ajardinada y apartada dentro del tumulto de Madrid, conserva algunos de los lugares con más solera, como una Champañería/librería (sí, habéis leído bien), o un bar con terraza llamado el Ventorrillo.
Ese fue el lugar elegido para cenar un pincho de tortilla española y ver cómo decrecía el sol, ¡preciosísimo!
Es curioso cómo entre tanto barullo, coche y boina de polución, existen esos huecos donde hasta parece que el tiempo no tiene prisa y el aire se respira mejor.
A. bien sabe que nos ha quedado pendiente regresar para probar el "pollo a la buena mujer". No sé cómo estará cocinado, pero ya me hace salivar sólo con oir el nombre, ñam!


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